
18/06/2025
“En la familia de Dios, el amor se llama Espíritu Santo”
Compartimos el mensaje del Padre Jorge en la homilía del domingo 15 de junio
El pasado domingo, en la celebración de la Solemnidad de la Santísima Trinidad, el Padre Jorge ofreció una homilía profundamente conmovedora que comenzó con una pregunta directa: “Supongamos que un amigo, pariente, compañero de curso o trabajo que no conoce el cristianismo nos pregunte: ¿Quién es tu Dios? ¿Cómo es él? ¿En quién crees realmente? ¿Qué responderíamos?”.
A partir de esta interpelación, nos invitó a reflexionar con seriedad y sencillez sobre la identidad del Dios en quien creemos: “Creemos en un solo Dios, pero no como un solitario, sino como aquel en quien existen tres personas que forman la más importante de todas las familias”, explicó.
Y añadió con énfasis que esta familia divina no se encierra en sí misma, sino que se abre y comparte su mayor tesoro: la vida misma. “De ella se desprende nuestra propia existencia”, afirmó. Como en toda familia humana, la llegada de una nueva vida es causa de alegría. “¡Cuánta alegría hay cuando en una familia nace un hijo, sobrino o nieto!”, exclamó, y esa alegría crece cuando alguien comenta: “Es igual a ti. Tiene tu misma sonrisa”. Así también nosotros, creados a imagen de Dios, reflejamos algo de su ser. “Nosotros también tenemos un parecido con Dios, a su imagen fuimos creados. Cuando descubrimos en nosotros los rasgos del Padre, del Hijo y del Espíritu, comienza nuestro camino hacia la plenitud y la felicidad”.
“¿Cómo es Padre Dios?”, nos preguntó. A lo que respondió recurriendo a las Escrituras: “La Sagrada Escritura nos lo muestra como aquel que nos amó primero. Él no nos preguntó si queríamos vivir, simplemente nos regaló la vida”.Compartió entonces un pasaje del profeta Isaías que describe el amor tierno y firme del Padre celestial: “Te he llamado por tu nombre. Me perteneces. No sucumbirás bajo las aguas. Eres algo precioso para mí. Te amo. Aun cuando una madre pudiera olvidarse de su hijo, yo no me olvidaré de ti. Te llevo esculpido en la palma de mi mano. Eres algo precioso para mí. Por eso, te amo.”
Nuestro párroco señaló que: “La familia de Dios está integrada también por un Hijo y ese hijo se llama Jesucristo. ¿Qué nos enseña Él, como Hijo de su Padre del cielo? A no tener miedo a la vida. Él sabe que no es un huérfano, sabe que tiene un Padre que lo ama y que nunca está solo. Jesús nos enseña a ser obedientes hasta la cruz. Entiende que aquel que no obedece no puede ser fiel. Sabe también que algún día Él mismo nos preguntará si le fuimos fieles”.
Subrayó que un hijo no puede entenderse a sí mismo sin una relación viva con sus padres. Por eso Jesús nos enseñó a orar. “No hay familia auténtica sin comunicación entre sus miembros. ¡¡¡Por eso estamos aquí cada domingo!!!”, proclamó con entusiasmo.
Finalmente, el Padre Jorge habló del Espíritu Santo como el amor vivo entre el Padre y el Hijo. “En la familia de Dios, el amor se llama Espíritu Santo”, explicó. No se trata de un sentimiento abstracto, sino de una persona que da vida y transforma. “Cuando nosotros acogemos al Espíritu Santo en nuestra existencia por la oración, la catequesis, la celebración de los sacramentos, la liturgia, la caridad y la misión… Él nos llevará gradualmente a la verdad plena, como hoy nos enseña Jesús en el Evangelio. Él mismo impulsa nuestra débil capacidad de amar y nos da la fuerza para vencer el mal, presente en nosotros mismos, la Iglesia y la sociedad con el bien”.
Al concluir su homilía, el P. Jorge nos invitó a contemplar con humildad y gratitud el misterio insondable de la Trinidad revelada por Jesucristo, y en particular expresada en el Evangelio de San Juan. “Roguémosle a la Madre de Dios que nos enseñe a captar que ese Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo está vivo en nosotros, que nos ama más de lo que podemos imaginar y que vale la pena confiarle nuestra existencia”, dijo.
Terminó con una cita inspiradora de San Alberto Hurtado: “Antes del hombre existe un ser, que es por naturaleza la plenitud, en quien hay toda la belleza que puede ser concebida, la grandiosidad de las cordilleras, la inmensidad de los mares, la serenidad del firmamento, la armonía de la música, la gracia del rostro humano, la fuerza de la tempestad, la calma de los campos, todo esto quitado cuanto tiene de limitación, está en él, existe desde la eternidad, es para la eternidad. Es él fuente de todo ser, la causa de todo cuanto ha existido, que ha comenzado a ser por él, continúa siendo lo que es por él y cesará de existir cuando él lo determine.”